miércoles, 27 de enero de 2016

El tiempo pasará.

Te recuerdo, siempre. Recuerdo las caricias que nos dimos con la mirada, de tu piel lejana a unos centímetros y el tacto de tu olor danzando con el mío. Recuerdo el segundo en que nuestros corazones se paralizaron al mismo tiempo, y ese color rojo de nuestra piel sorprendida. Nuestras miradas entrelazadas en la más profunda lejanía, las personas que pasaban a nuestro lado sin ser vistas, sin ser vistos nosotros. Lo efímero de un segundo y lo eterno en un corazón. Los anhelos y los deseos que nunca fueron cumplidos, el amor puro y pasional que contuvo la razón. Las letras que surgieron y siguen surgiendo, que no son más que las hijas de algo no nato. De la unión que nunca tuvo la realidad y que fue capaz de crear el alma humana. El escalofrío, el deseo, el pelo y los ojos, tus labios y los míos, a metros de distancia, a kilómetros de ser unidos. Te convertí en literatura. Recuerdo el instante que comprendí que cuánto más cerca más lejos estábamos, el muro de acero era más alto que el deseo. Recuerdo la ausencia de lo ausente, que desgarra. Ya no queda absolutamente nada, tan solo un fruto que produjo Granada. El hielo de mis manos se volvió más eterno.

(Recaídas: 01:16) .

Cuando se vino abajo mi castillo.

El tiempo corre sin descanso, sin pararse un segundo a respirar, ni paralizar el mundo para concedernos el delicioso descanso de no escuchar el tiempo correr. Ese momento no estaría planificado. Parece que nuestras vidas tienen que correr con esos segundos organizados al detalle. Parar es una pérdida de tiempo y no está permitido. El sentimiento de no pensar en el tiempo no existe, se esfumó con nuestro último pedazo de niñez. Pero esta vida me abruma, me agobia. No me gusta sentirme adulta, no como pensaba. Todo lo que parecía gustarme y me hacía crecer en mi interior, ahora parece tacharse de pérdida de tiempo. Pobres de nosotros, jóvenes, que estamos trabajando en la obra del castillo de su vida. Escribir, leer, pensar... no encaja en nuestra concepción tiempo, porque no se mide en minutos, sino en experiencias (que es lo que nos ayudan a soportar la vida). 
No hay tiempo para sentir. Nuestro mundo no está formado por caballeros andantes, princesas de largo pelo o canciones que llegan al corazón. El mundo es una batalla sin espadas, donde los luchadores son heridos en el corazón, y sin morir siguen por el mundo con un hueco en el pecho. Si no tienes oro es peor. No existe talento sin dinero. No existen lágrimas capaces de calmar un alma malherida, mal curada, nunca recuperada. 
Lejos de tu hogar y con el mundo patas arriba, con miles de preocupaciones y esperando una señal. Que el cielo se apiade de mi alma, la cual anda errando sin destino fijo. Que el mundo perdone mis fallos y momentos de debilidad. No tengo consuelo posible, mis sueños parecen derrumbarse ante ojos atónitos. Maldita impotencia la mía. Maldito daño que pesa en mi ser. 
No soy una niña y tampoco una princesita, sé que el dolor existe y no va a poder desaparecer. Pero necesito sentirme segura. Quiero recuperar ese algo que me haga especial. Quiero sentirme dueña de mi vida.
(Odio reconocerlo. Necesito ayuda. Y no hay nadie que pueda ayudarme. Sólo yo.)

(8.09.2014)

sábado, 23 de enero de 2016

Perdida.

Me pierdo en el ancho de tus hombros,
en el profundo negro de tus ojos.
Me pierdo en el ancho de tu sonrisa,
en tu olor, en tu lejanía.
Cuanto más me pierdo menos puedo alejarme.
Pero mi cuerpo arde.
Cuanto más me pierdo menor posibilidad de cordura,
por ello me entrego a las llamas de tu abrazo (recuerdo /anhelo/ mi letargo).

1/16: Quizás de por vida.

sábado, 16 de enero de 2016

Fragmento atormentado.

No quiero ir, por dos.
Estoy sola, por todas las veces que lo estuve.
Sigo avanzando, pero no sé cómo.
Anhelo unos labios, pero no al dueño.
Quiero seguir, pero estoy paralizada.
Deseo hablar, pero no soy escuchada.
Sacrificarme siempre, para quedarme a solas con mi nada.
Vacío y terror.

Un artista en la pantalla, una letra en mi almohada.
El recuerdo que vuelve, el orgullo que avanza.
Y si vuelve, no volverá.
Y si me voy, ya nunca estaré.                 
O me comprendes o me odias.
Por ello siempre sola.

El sentimiento indescriptible de la revelación futura.
Tu esperanza levemente iluminada, en un pozo encerrada.
Porque no volverá a encenderse la suerte en un alma atormentada.

Y el mar suena, pero no escucho.
Y afuera brilla el sol, pero en el interior nieva.
El mundo se viene abajo, acompañando a los atormentados.
La muerte aparece en escena, en cada telediario.
Miedo, sangre, dolor y pena. Y miles de vidas que se niegan.

La vida se va, la vida no llena.
La vida es complicada, la suerte no llega.
Luna llena en la ventana, un cigarro que se quema.
Un pensamiento se ha escapado, por un segundo en la niebla.
Pero la pena nunca te deja, te acompaña a la libertad no inmediata.

No es fácil, nada lo es.

No es lo mismo, nunca lo fue.

11/15: Por el ahora y lo que está por venir.

jueves, 7 de enero de 2016

Humo.

Me recuerdas al humo. A veces visible, otras veces traslúcido. Me recuerdas porque sin ser materia danzas en el aire que me rodea, a veces no consigo percibirte y en el momento más inesperado te huelo. Y apareces. Pero a la vez no. Y vuelas en un rinconcito de mi mente solitaria. Y te echo, pero vuelves a aparecer para dejarme. Vienes fuerte contra mi rostro para después marcharte más veloz si cabe. Y así eres tú. Casi aire, pero más fuerte. Casi fácil, pero si no eres materia. Casi soportable si no eres intenso. Pero cuando no es así, casi puedes llegar a ahogarme. Así eres, quemas sin ser fuego. Así es tu recuerdo, sin cenizas ni ascua, pero ardiendo. Aunque tu llama es cada vez más débil, pero nunca te marchas del todo. Y sin embargo nunca has estado. Sin ti pero contigo. Ya es hora de que yo coja mi camino, poder probar la libertad del aire sin tu esencia. Poder marcharte tú sin rencores ni dolores. Y que ya no oprimas, y que yo ya no insista. Y que cierre la puerta que no cerraste. Y para siempre se irá de mi vida este humo que lo impregna todo. Sigues siendo constante, pero no tan fuerte.

 16: No te vas, te estoy echando.

miércoles, 6 de enero de 2016

El día de reyes.

Me acuerdo perfectamente del día que descubrí que los Reyes Magos no existían. Era un día caluroso de verano sin ninguna importancia, pero vi unas miradas cómplices entre mi hermano y mi madre, concluyendo mi hermano con la frase de “o se lo dices tú o se lo digo yo”. Yo no entendía nada. Lo cierto es que el día anterior había alardeado de mi fe y de mi buena conducta, porque algunas de las niñas con las que me juntaba decían la absurdez de que los Reyes Magos eran los padres. Yo sabía que no era así, que mi rey, Baltasar, me había hasta escrito cartas en los años más duros que tuve, de modo que les dije que a ellas no les echaban los reyes porque no tenían algo especial. Yo sí. Ahora que lo pienso puede que pecara de soberbia, pero son cosas de niños, se me pasó en la adolescencia con una autoestima bajo cero. El caso es que se acercaron a mí como si ocurriera algo grave. Me asusté. Después vino la explicación. En ese momento algo en mi interior se revolvió, sentí una punzada de dolor muy grande. Ellos pensaban que era por el dolor de que estos tres personajes no existían, pero yo dije:
-         -¿Me habéis mentido durante tantos años?

Recuerdo que estuve enfadada varios días, que ese día casi no les hablé porque me habían mentido y me habían tratado como una tonta. Ahora nos reímos, pero recuerdo perfectamente el enfado y la indignación, no tenía miedo de que no volvían los regalos cada enero, sentía cabreo porque todo era mentira. ¿Me iba a portar mal si no existían? No, yo no era así, ¿por qué me trataban como a una niña?
Hubo una época en la que mis abuelos maternos estaban con vida, me querían, los quería y todo era perfecto. Las navidades las pasábamos con ellos, y los Reyes Magos me echaban regalos tanto en mi casa como abajo, donde ellos vivían. Antes de que cumpliera los 7 años, ese mismo mes en que los cumplo, el mes de diciembre, moriría mi abuela. Mi abuelo murió dos años antes, cuando yo contaba con 4 años. Desde esas navidades jamás volví a pedir regalos abajo, donde vivían mis abuelos. Podía seguir pidiendo, nadie me explicó nada, pero mi lógica era clara: tres reyes, tres regalos. Abajo otros tres. Cuando no había nadie abajo, no hubo más regalos. Era extraño como pude calcularlo sin saber que los Reyes Magos no existían, creo que dentro de nosotros, en la infancia, algo nos lo susurra. Pero también nos susurra que seamos “ingenuos”, y sigamos la historia, porque se llena todo de ilusión y magia. Hasta en las navidades más complicadas, la ilusión de los niños enciende las casas, o por lo menos hace más soportable las tempestades. Hay algo dentro de nosotros que nos hacía ser generosos sin saberlo, no sabría explicarlo. Solo sé mirar atrás y reírme, con nostalgia, pero siempre sorprendiéndote. Esas eran las navidades, las de la ilusión, la de la esperanza, la de la fuerza de hacer reír a todos, sin importar regalos. Se llenaba todo de magia.

Recordar también esas cartas, especialmente en los años difíciles de muertes tan cercanas a tan corta edad, cuando empecé a demostrar lo interior que iba a ser de mayor, cuando no era capaz de hablar del dolor porque en mi cabeza no entraba tanta injusticia. Cuando buscaba culpables y no sabía quién eran los malos, y descubrí que Disney era una pantomima y no había brujas que matar, sino momentos que superar y seguir viviendo con el dolor y la injusticia. En esos momentos los Reyes Magos era lo poco de infancia que me quedaba ya, y me escribían para darme ánimos (y de paso decirme que no habían podido encontrar lo que había pedido - ¡esas compras de última hora! -, pero que no era porque no me lo mereciese), conseguían darme luz en mi pequeña alma. Me decían que estaba enferma, pero que no era algo que me mereciera. Que siguiera siendo generosa y bondadosa. Que no era por mi actitud por lo que algunas personas no me querían (especialmente las que normalmente lo deberían hacer). Y así. Mirando atrás puede que yo me creyera todo, y me enfadara porque ya no me quedaba nada de infancia, ya solo existía la insípida realidad. Porque en ese momento ya tuve que transformarme y obligarme a crecer, ya no había esperanza, solo una vida en la cual luchar. Pensándolo bien, aunque lo supiera mi inconsciente me dejó ser libre unos años más. Y me consiguieron iluminar, como yo iluminar mi casa. Te echo y te echaré de menos infancia.

lunes, 4 de enero de 2016

Espejismo

Es tanto el deseo que mi mente te materializa. Jamás has estado aquí, jamás podrás irte. No he decidido esto, pero ya no hay forma de pararlo. No estuviste aquí, fuiste un espejismo en un momento dado, una ilusión pasajera de un deseo que mengua, se confunde y atraviesa a la razón. Férrea como el hierro, se ha roto como el cristal. Algún día recuperaré la cordura, pero tú no has de estar.
No has estado aquí, ha sido mi subconsciente. No han sido mis ojos, ha sido mi mente. Si vuelves me rompo, si no te veo te anhelo, sin ti no hay emoción, contigo es demasiada. Algún día recuperaré la cordura, y no sentiré nada.
Pero tantas veces que el espejismo apareció, ayer pareció ser verdadero. Estas aquí, rompiendo el mundo, rompiendo los planes y llevándome a la locura más tierna e insoportable que he sentido nunca.
No sé si te quiero aquí a 500 kilómetros de distancia. No sé si quiero abrazarte o dejarlo para no sentir nada. Eres real y a la vez no, el escalón que nos separa es la verdadera distancia. Es tan imposible que ya no hay esperanza. Y aun así… Aun así.

O vuelves o no vuelves. Estás aquí y te irás, quizás para siempre. La despedida más insípida. Tanto que ni existe. Tanto que solo está en mí. Te irás para siempre ahora más pronto que nunca. Y ya no sé qué sentir. Ya no sé qué hacer. Ya no sé si eres tú o soy yo. Algún día recuperaré la cordura. 

01:2015. "Comienzas a ser el reflejo de lo que eras. Es el destino."