jueves, 30 de junio de 2016

Me sobra/falta (My Heroine)

Me sobra la piel
que me arranco a diario,
tras un momento de depresión
olvidado.

Me sobra la piel que tú has tocado,
porque es el recuerdo
de donde tú has estado.

Me sobra la piel, a cada amanecer
de noches vacías,
sin sentido
con sed.

Me sobra la piel que una vez tuve,
pero que ahora está
como un espectro sin vida.

Me sobra la piel que me acaricio,
que me araño,
que siente frío.
Y está ardiendo.

Me sobra la piel del deseo fugado.
De la vida intranquila.
De asuntos no completados.

Me sobra la piel,
y algún día la quemaré en una hoguera;
de mis vanidades y miedos,
de lo que nunca entendiste.
Y nunca te dejaré comprender.
De lo que perdiste y no te importó.
De la profundidad de un ser. 

(06/2016: Tengo que salvarme. Otra vez. Mi libertad).

miércoles, 22 de junio de 2016

4.2 (El huracán de una escala de fuerza 6)

Lo conseguimos Pitágoras: todo es número. Desde que nacemos, nos amoldamos a vivir en un mundo en el que el número nos rodea, nos guía, nos aprisiona en nuestras propias invenciones. La humanidad ha sucumbido ante el orden del número, ante el caos de un vacío, repleto de número que nos exigimos unos a los otros. Somos un número para el Estado, somos una talla de ropa, una medida, un coeficiente intelectual medido en números… Somos una calificación, nuestro pasaporte a la vida futura. Nos esforzamos constantemente en adaptarnos a los números establecidos, a las pautas que nos dan. Nos esforzamos en superar los números, en ser mejores con referencia a una medida que se nos impone, a partir de la cual se nos clasifica. Pero realmente, nadie puede medirnos. Y cuando te das cuenta de ello puedes respirar, a la vez que ahogarte al ver que no puedes salir de ello. No eres una nota, ni una talla, ni una medida, ni un número en el registro, ni una cifra en el banco. Sí, lo eres, pero eso es un reflejo de lo que verdaderamente hay en ti. Ojalá alguien me lo hubiera dicho antes. Ojalá tuviera la fuerza y la inteligencia de enfrentarme a ello de una manera decisiva y efectiva. No medida en números, en acciones, en sentimientos, en personas que me comprendan. No quiero un número de personas, quiero personas de verdad, con sentimientos, con pensamientos incontrolados, de los que jamás nadie podrá llegar a medir. Y te llamarán loco, porque no entras en cánones, medidas armoniosas. Serás un deshecho y acostumbrarás a deprimirte por ello. Pero no es lo que eres en realidad. Nadie es eso. Las personas nos molestamos tanto en entrar en unos parámetros que nos olvidamos de mejorarnos a nosotros mismos, sin competiciones.

¿Cómo es posible que nos hagan sentir tan mal? Bastantes inseguridades tenemos ya como para esto. El ser humano parece haberse olvidado del interior de las personas. Básicamente vemos números y números. Nos proporcionan orden, en cierta medida. Pero ¿cómo ordenas a una persona? Es asfixiante. Nos preocupamos tanto en nuestro sistema, yo, evidentemente, me incluyo, que no nos paramos a pensar que es un artificio. La obra de arte más grande que ha hecho el ser humano, destructiva con los propios creadores. Nos volveremos locos, pero si entras en los números no le darán tanta importancia. Y no es que me guste llevar la contraria, es que las pautas que se nos imponen me presionan. Me hacen dudar de mí misma, mis gustos, mi capacidad, mi valor como ser humano. ¿Es posible que puedan conseguir esto? Sí, evidentemente no soy la única. A diario comparto mi vida con personas maravillosas, con defectos y virtudes, fuera de parámetros, porque son mejores que esos parámetros. Y se ven en situaciones críticas al no adaptarse a los números, por ejemplo, a una calificación. Es desagradable ver cómo esas personas tienen una capacidad crítica y una mente mucho más creativa que otras que ya están formando parte del sistema que nos maneja. Pero los números…. Nos gobiernan nuestro destino, nuestra felicidad, nuestras expectativas. Nos permiten soñar o no. Y me resulta realmente entristecedor, porque cada vez nos habituamos a mirar a los ojos a una persona… y sólo observar sus números. Pero detrás suele existir una psique.

(06.16.17: Tanto sufrir para nada). 

viernes, 3 de junio de 2016

Wonderwall (Si fuera visceral).

Si fuera visceral, sí, si lo fuera, no viviría con esta tremenda sensación de no saber qué está pasando. Exigiría respuestas ahora. Haría lo que mis pulsiones más arrebatadoras quisieran hacer. Si lo fuera, no tendría esta sensación de ansiedad que presiona mis pulmones constantemente en los momentos de mayor vulnerabilidad. Si fuera visceral, no me importaría lo que pensaran los demás, y mucho menos lo que sintieran. Lo haría, sí, claro que lo haría. Y me daría igual, mientras sintiera en el fondo de mi alma libertad de acción. Pero este sentimiento de contención al que yo misma me entrego, y me someto, no me deja en paz. Siempre pensando en no molestar. Siempre así. Perdiendo la capacidad de parecer humana, con sentimientos, con los ojos rotos de llorar. Sin perder la humanidad cada vez que intento mantener la mejor compostura, con el fin de no incomodar a nadie. Sin que me odien por ello, o por algo que no alcanzo a comprender. Sin dar miedo. Sin parecer un robot. Pero ya es tarde, haga lo que haga estoy en un callejón sin salida. ¿Sabéis la sensación de no poder más y seguir aguantando? La gente se sorprende y quiere que explotes. Pero, ¿sabéis esa reacción de negación o shock de la gente cuando realmente explotas? Nadie quiere verte así, más cuando siempre eres la que mantiene la calma de la vida. Haciendo que se pueda seguir. Responsabilidad que una misma se carga sobre sus hombros, pero que no tendría por qué.

Si fuera visceral, gritaría. Si fuera visceral, besaría después de las palabras más duras que salieran de mi interior. Si fuera visceral, no dejaría que nadie me tuviera en un mar de dudas, ni que nadie se atreviera a reírse de mis personas queridas, especialmente cuando no son capaces de hacerse valer ellas mismas. Si fuera visceral, me reiría a carcajadas de las personas que se creen superiores, pero no tienen nada que ofrecer. Especialmente de los que juzgan sin conocer. Si fuera visceral, diría tantos te quiero que gastaría la palabra. Si fuera visceral, las historias que dejé lo mejor que pude las dejaría como un campo de batalla después de la guerra. No permitiría que me dijeran “no tienes que estar así”, porque puedo, pero no quiero. Y es mi decisión no mi obligación. Si fuera visceral, explotaría mis dudas ante las perspectivas de un futuro incierto que se viene encima. Gritaría que la soledad ha sido mi amiga, pero que a veces no puedo con ella. Que necesito más cariño del que parece. Gritaría que me duele el alma cada vez que algo malo pasa, pero que mi cabeza no puede parar de pensar en cómo arreglar las cosas, con el problema de que no se me da bien pedir ayuda. Sí, lo sé, soy consciente de cómo soy. Pediría perdón por los quebraderos de cabeza que doy por mi introversión. Exigiría las gracias por todo lo que hago sin decir nada.


Sería tan bueno, sería tan malo. Pero lo que sería es desgarrador. Como soy yo. Entiendo mi posición. Entiendo la de la gente. Y por eso, siempre todo es desgarrador, intenso, como un huracán. Porque el huracán lo soy yo, aunque cuando me miren vean mar en calma. 

(15:55/23/16/05: Nada más. Nada menos. Que me baste con ello.)