miércoles, 22 de febrero de 2017

El juego de quién da más.

Me confundiste. Mis armas nunca fueron las tuyas, nunca creí que la venganza fuera una respuesta de justicia contra una injusticia. Pero me abofeteaste sin mirarme, me ignoraste sin olvidarme y ni siquiera pretendía que me quisieras. Simplemente pretendía no ser extraños en apariencia, extraños que un día se leyeron el alma y se lamieron las heridas, extraños que conocen cada rasgo de nuestros rostros, cada brillo de nuestros ojos. 
Me heriste en los acuerdos de paz, lo reconozco, me quedé perdida ante el shock. Lo reconozco, no podía reconocerme. Ni siquiera me sentía defraudada, en el fondo lo esperaba, pero seguía con la esperanza de que actuaras como esperaba que en el fondo fueras. Jamás alguien me dio tanto la razón sin decirme nada. Hice bien en acabar, aunque nunca acabaste. Siempre supiste cómo presionar mi corazón y dejarlo al borde de su muerte. 
Me confundiste y ni siquiera pude verlo. Ya no sentía nada, pero sabía que tampoco me merecía eso. Me confundí, porque creía que existía la justicia en el fondo, y pensé que la venganza sería la manera de ponernos a la misma altura. Pero te diré una cosa: repetir los errores del otro nos dejaría a la misma altura, pero del suelo. Y puede que mi vida no brille de estabilidad y éxito, pero sigo donde quiero; en vanguardia, en primera línea de guerra. Siempre intentaré que mis armas jamás pretendan herir, sino sanar. Ahora es cuando comprendo que no existe juego en el que nos ganarnos el uno a otro, me libro de eso. Existe la vida, el trayecto, la lucha personal. Y nunca más podrás jugar conmigo, ni confundirme, porque hace tiempo que me retiré del juego.

(Males pasajeros: sí, caerán).

lunes, 6 de febrero de 2017

Quiérete joder.

A veces me definen como hielo.
Mi piel es cálida, mis ojos y mi pelo también. Pero hablando de lo más profundo del alma, dicen que me he congelado.
Y puede que tengan razón.
Si "alguien" se acerca, la fría barrera se interpone.
Lo sé, mi corazón hace mucho que permanece congelado.
Pero, ¿sabes lo mejor? El hielo lo ha mantenido vivo, debajo de esa capa gélida continúa latiendo.
Y quien de verdad lo toque será porque, realmente, quiera sentir su latido.


(16-17. Querida Yo: Y lo que venga ya se verá después).