martes, 23 de enero de 2024

Cambios / 13/10/2018

 A veces necesitamos estar totalmente saturados para tomar las riendas de nuestra vida. Me había costado mucho sentarme a decidir que era el momento de poner por escrito todo lo que quería hacer, aunque no sabía cómo. Y lo cierto es que aún no lo sé, pero sí he conseguido organizar mis ideas, mis propósitos, y, en cierta medida, algunas de mis metas.

Volver a lo que nos inspiraba es necesario, ver esos estúpidos vídeos sobre organización también es una especie de droga a la que, si no hago caso, me genera un síndrome de abstinencia, mal humor, negatividad y, por casi, depresión.
Pero estamos en fase lunar creciente, es el momento de realizar los cambios necesarios en nuestra vida. Y yo, por supuesto, tenía que comenzar con pequeños pasos. Con pequeños hábitos como escribir un diario o como crear una tabla de hábitos que me gustaría cumplir. Aún sigo pensando en el duro proceso mental al que me enfrento, porque \"cambiar el chip\" no es algo que se haga de la noche a la mañana. Es necesario fuerza de voluntad y un positivismo que no se muestra de manera natural en mí.
Hoy es el día de cambiar ciertas cosas, hoy es el último día de mi vida anterior. Es necesario formatear mi vida, mis pensamientos, mi negatividad y, en definitiva, a mí misma. Hay ciertos aspectos que siguen acumulados en mí y que no quiero acumular. Porque me llegarían por una senda oscura y desagradable que conozco bien. Hoy elijo otro camino y enfrentarme a esas cosas en las que ni quiero pensar, como el rechazo, las críticas y mis fallos en esta vida (que han sido bastantes).
Hoy es sábado, mañana es otra vida. O el intento por comenzar, porque si de algo estoy segura es que voy a tener muuuuchos días de sentirme abajo. Muy abajo. Más bien en el subsuelo.
Mañana hablamos, pues. Mañana veremos cómo amanece el día.

¿No estamos sol@s? / 11/5/2020

 Hay millones de personas en el mundo y todavía nos seguimos suicidando porque nos sentimos solos. A veces realmente estamos solos, y otras veces lo sentimos así aunque estemos rodeados de personas que nos apoyan. La depresión es un monstruo que ciega. Realmente nos ciega. No paro de pensar que el vecino de mi pueblo que se acaba de suicidar se sentía así. Tenía amigos y familia, pero se sentía solo. ¿No quería buscar a nadie que le comprendiera? Probablemente pensaba que nunca encontraría a una persona que le entendiera realmente, no siempre. Y cuando pensamientos pesimistas, que pesan como piedras introducidas en tu cuerpo sin tú saber cómo, se acumulan... bueno, la vida ya no parece una opción.

Nos han enseñado que una persona sería la que nos salvaría. Como un héroe o un príncipe azul o cualquier arquetipo romantizado de una manera tan brutal que te han hecho desear que fuera real. Pero nadie tiene porqué salvar a nadie. Deberíamos salvarnos a nosotros mismos, pero hemos aprendido, buscando al héroe en el exterior, que nuestra felicidad estaba, precisamente, en el exterior. Y sigues postrada o postrado esperando a una persona que sea lo que te mantenga. Y eso no es justo, nada justo en realidad. Porque esa persona también estará luchando contra sus propios demonios.
Las personas que hemos pensado en el suicido de una manera más o menos frecuente, de forma directa o indirecta, sabemos que nuestros demonios te pueden arrastrar a un océano oscuro insoportable en el que algunos se ahogan. El suicidio en ese océano oscuro del alma es la liberación del mismo, pero para ello te has arrebatado todo. Supongo que la pesadez en el pecho y las lágrimas escondidas en un rincón de tus ojos es lo que nos impide ver que, aunque nos sentimos solos en este preciso instante, no lo estamos. Pero nos da igual. A nosotros nos falta algo. Algo que llene ese vacío que ocupa un profundo pozo negro que no tiene nada y no lleva a ninguna parte. Ese pozo ya forma parte de nosotros, así que taparlo es complicado. A veces lo logramos, pero en cualquier despiste lo tenemos abierto de nuevo. Llamándonos a saltar como un canto de sirena. Como si eso fuera nuestra salvación. Creo que lo es, pero también nuestra condena.
Ves a tu alrededor a las personas unidas, despreocupadas, disfrutando. Y te preguntas por qué narices no puedes ser tú como ellos. Tú tienes un constante diálogo mental que no te deja en paz y no sirve para absolutamente nada. Pero te hace compleja, diferente. Hace que te alejes, porque no encajas aquí, ni aquí, ni en ningún puto lado. ¿Qué es esto? ¿Soy yo? Quizás estoy sola porque lo merezco, pero no me aparto de la vida porque no estoy sola y provocaría sufrimiento. ¿Qué es esto? ¿Cuándo nació todo este diálogo con nosotros mismos? Ni idea. No tengo la menor idea. Muy probablemente haya personas que lo estén leyendo y no comprendan, porque afortunadamente no han pasado por esto. Pero hay personas que pasamos por esto cada semana, cada mes o cada ciertos años. En los peores momentos pasamos por esto cada día. Y la ceguera es tan grande que los días soleados están nublados para uno mismo. Y no hay nadie, este lugar está completamente vacío pero lleno de voces que van en todas direcciones menos en la mía.