domingo, 1 de mayo de 2016

Ergo

Se me olvidó ponerme los ojos,
incapaz de mirar.
En su lugar cerré las persianas.
Cegaban,
impedían que mirara a nadie.
Nadie podía mirarme a mí.
Cerré las puertas del alma,
para que nadie pudiera verla
en ojos profundos
e inmensa oscuridad.
Y me quedé prisionera de mi propio desasosiego
de soledad y silencio.
Perpetuo.
Incapacidad de emociones abiertas.
Me confunden tan a menudo con el hielo
que me he empezado a helar.
Y me da igual.
Porque nadie prometió que nadar,
en la profundidad de un alma,
sería sencillo.

(04/16/30: Camino de la libertad 17:30). 

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