Se abre el telón y estamos tú y yo, juntos. Ya parece un
sueño irreal, pero fue muy real durante mucho tiempo. Cuando se abre el telón
hay una sala de baile repleta de gente. No sé si estamos en el centro, pero yo me
siento como si lo estuviéramos, con si un foco nos iluminara a nosotros dos y
las demás personas se encontraran en absoluta penumbra bailando a nuestro
alrededor, sin entrar en contacto con nosotros. Tú llevas ese traje gris que
tanto te gustaba, y esos zapatos negros de punta que tanto odiaba yo. Yo llevaba
mi vestido gris y negro, porque sabías que me encantaba combinar todo para las
grandes ocasiones, incluso a nosotros dos. A veces te desesperaba, pero la
mayor parte del tiempo te encantaba. Era nuestro último baile. Realmente no lo
fue, pero yo lo siento así, fue nuestro primer y último Baile, con mayúscula
porque fue uno de esos momentos en los que sabes que en algo tan sencillo y
cotidiano se está canalizando todo el amor que tienes dentro. Fluye dentro de
mí y de ti. Fluimos. Bailamos.
El último baile de amor antes de la danza del rencor. Una noche
de marzo, lejos, muy lejos, solos con el acompañamiento de una gran masa. Pero solos,
tú lo sabes. O lo sabías. El baile, por llamarlo así, es simplemente moverse en
lo que parecía un ensueño de ternura, en el abrazo de querer a alguien hasta no
poder más. Esa fuerza era lo que se movía, ni siquiera pensaba en cómo nos
verían los demás. Bailo. Bailas aunque no sepas. Bailamos. Pronto se acercaba
el momento de la separación física, esa que te alejaba de mí. La que me alejaba
de ti. Esa. La que no nos esperábamos era la verdadera separación. Esa, sí. Esa
que estando en la misma sala, bar, ciudad, país… nos ponía un océano más grande
que todos los kilómetros que nos separaban en su momento. Y resulta curioso ese
cambio. Fuerte y drástico.
¿Lo recuerdas?
Pero en ese momento sólo existía una canción cualquiera de
amor, la que fuera, para unirnos en un abrazo que parecía eterno. Fuerte aunque
etéreo, era tan frágil como nosotros, aunque tan profundo como lo que sentía
por ti. Y en ese momento estaba segura de lo que creía que sentías por mí. Ahora
ya no estoy tan segura.
Bailo y me abrazas. Bailas y te abrazo. Nos movemos
armónicamente sin tener en cuenta los pasos de baile. Solo existimos nosotros. Por
eso cierro los ojos. Por eso y porque así siento aún más fuerte tu olor, tus
manos ásperas en mi espalda, el calor que desprende tu piel junto a la mía. Y no
querías bailar. Ahora me pregunto la razón y si hice bien en animarte a ello,
porque es un recuerdo bonito y aún no he decidido si hace más bien que mal. Si me
nublaba la visión de la verdad.
Se escucha la música. Siento nuestros pasos. Las voces de
nuestro alrededor están presentes pero distantes, como si fueran un mero
decorado en mi escena imprevista. Y resulta precioso. Resulta algo mejor de lo
que podría imaginar porque, de hecho, no lo había imaginado. Y me siento
especial, llena de amor. Pero me siento triste, porque mañana nos separamos por
un tiempo, una vez más. Y así, en todo ese universo de sentimientos, te quería
hasta llorar. De modo que lloré. Y te besé. Y sonreí llorando. Lloraba, no sabía
muy bien si por la alegría de experimentar un sentimiento tan profundo, o por
la tristeza de dejar ir al ser amado.
En realidad poco importa ahora. Ya no. Ahora parece una
falacia. Parece que eso que fue tan real fue producto de mi imaginación, de una
escena que construí en mi mente cuando leía un libro. Y aún así encuentro
evidencias de que fue real. Pero cuando ahora me encuentro contigo veo ese mar
de distancia. No consigo recordar esos momentos. Me siento como si tú no fueras
tú. Y realmente yo tampoco soy esa chica que bailaba. Ha cambiado todo mucho. Y
es una lástima, porque en ese momento todo era tan profundo e inocente. Yo era
inocente, y no la chica a la defensiva en la que me he convertido. Casi totalmente
convencida de que nadie podrá experimentar esa clase de amor que yo sentí, al
menos por mí. Convencida de que me creí algo que no era real. Y no podría
preguntártelo. Porque ahora nuestra distancia es el océano irreal. Y no hay
botellas mensajeras que pueda lanzar, porque no sé si te haré más daño del que
quiero. No por ti, por mí o por el antiguo nosotros. Sino por tu presente
actual. Ya no sé lo que debo y no debo hacer. No pretendo levantar
sentimientos, ampollas o molestias con tu actual compañera de vida. Simplemente
es curiosidad. Quizás algún día sí pueda atreverme a preguntarlo. Y aceptar la
respuesta.
Todo es extraño ahora, cuando el baile quedó tan atrás, y ya
no se puede volver a amar. Ya no hay olor ni calor, solo distancia abismal. Solo
pasado, sentimientos enterrados atrás. Parece irreal, pero sucedió en algún
punto de nuestras vidas, cuando, de hecho, nuestras vidas se cruzaron para
fusionarse. Creo que ese fue el momento representativo de esa unión. ¿Y
después? Nada, sólo la separación.
Se cierra el telón. Y ya solo hay eso: un telón.
(16.11.28: A veces querer tanto fragmenta. A veces amar tanto te rompe. Y se terminó la función).
No hay comentarios:
Publicar un comentario