viernes, 3 de junio de 2016

Wonderwall (Si fuera visceral).

Si fuera visceral, sí, si lo fuera, no viviría con esta tremenda sensación de no saber qué está pasando. Exigiría respuestas ahora. Haría lo que mis pulsiones más arrebatadoras quisieran hacer. Si lo fuera, no tendría esta sensación de ansiedad que presiona mis pulmones constantemente en los momentos de mayor vulnerabilidad. Si fuera visceral, no me importaría lo que pensaran los demás, y mucho menos lo que sintieran. Lo haría, sí, claro que lo haría. Y me daría igual, mientras sintiera en el fondo de mi alma libertad de acción. Pero este sentimiento de contención al que yo misma me entrego, y me someto, no me deja en paz. Siempre pensando en no molestar. Siempre así. Perdiendo la capacidad de parecer humana, con sentimientos, con los ojos rotos de llorar. Sin perder la humanidad cada vez que intento mantener la mejor compostura, con el fin de no incomodar a nadie. Sin que me odien por ello, o por algo que no alcanzo a comprender. Sin dar miedo. Sin parecer un robot. Pero ya es tarde, haga lo que haga estoy en un callejón sin salida. ¿Sabéis la sensación de no poder más y seguir aguantando? La gente se sorprende y quiere que explotes. Pero, ¿sabéis esa reacción de negación o shock de la gente cuando realmente explotas? Nadie quiere verte así, más cuando siempre eres la que mantiene la calma de la vida. Haciendo que se pueda seguir. Responsabilidad que una misma se carga sobre sus hombros, pero que no tendría por qué.

Si fuera visceral, gritaría. Si fuera visceral, besaría después de las palabras más duras que salieran de mi interior. Si fuera visceral, no dejaría que nadie me tuviera en un mar de dudas, ni que nadie se atreviera a reírse de mis personas queridas, especialmente cuando no son capaces de hacerse valer ellas mismas. Si fuera visceral, me reiría a carcajadas de las personas que se creen superiores, pero no tienen nada que ofrecer. Especialmente de los que juzgan sin conocer. Si fuera visceral, diría tantos te quiero que gastaría la palabra. Si fuera visceral, las historias que dejé lo mejor que pude las dejaría como un campo de batalla después de la guerra. No permitiría que me dijeran “no tienes que estar así”, porque puedo, pero no quiero. Y es mi decisión no mi obligación. Si fuera visceral, explotaría mis dudas ante las perspectivas de un futuro incierto que se viene encima. Gritaría que la soledad ha sido mi amiga, pero que a veces no puedo con ella. Que necesito más cariño del que parece. Gritaría que me duele el alma cada vez que algo malo pasa, pero que mi cabeza no puede parar de pensar en cómo arreglar las cosas, con el problema de que no se me da bien pedir ayuda. Sí, lo sé, soy consciente de cómo soy. Pediría perdón por los quebraderos de cabeza que doy por mi introversión. Exigiría las gracias por todo lo que hago sin decir nada.


Sería tan bueno, sería tan malo. Pero lo que sería es desgarrador. Como soy yo. Entiendo mi posición. Entiendo la de la gente. Y por eso, siempre todo es desgarrador, intenso, como un huracán. Porque el huracán lo soy yo, aunque cuando me miren vean mar en calma. 

(15:55/23/16/05: Nada más. Nada menos. Que me baste con ello.)

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