miércoles, 27 de enero de 2016

El tiempo pasará.

Te recuerdo, siempre. Recuerdo las caricias que nos dimos con la mirada, de tu piel lejana a unos centímetros y el tacto de tu olor danzando con el mío. Recuerdo el segundo en que nuestros corazones se paralizaron al mismo tiempo, y ese color rojo de nuestra piel sorprendida. Nuestras miradas entrelazadas en la más profunda lejanía, las personas que pasaban a nuestro lado sin ser vistas, sin ser vistos nosotros. Lo efímero de un segundo y lo eterno en un corazón. Los anhelos y los deseos que nunca fueron cumplidos, el amor puro y pasional que contuvo la razón. Las letras que surgieron y siguen surgiendo, que no son más que las hijas de algo no nato. De la unión que nunca tuvo la realidad y que fue capaz de crear el alma humana. El escalofrío, el deseo, el pelo y los ojos, tus labios y los míos, a metros de distancia, a kilómetros de ser unidos. Te convertí en literatura. Recuerdo el instante que comprendí que cuánto más cerca más lejos estábamos, el muro de acero era más alto que el deseo. Recuerdo la ausencia de lo ausente, que desgarra. Ya no queda absolutamente nada, tan solo un fruto que produjo Granada. El hielo de mis manos se volvió más eterno.

(Recaídas: 01:16) .

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